Generalmente, todos pensamos que nuestro primer amor es de película, que es la envidia de cualquier mujer. Yo, en cambio, creo que mi primer amor fue el más bizarro y humillante que tuve. Para ejemplificar mejor esto, voy a dividirlo por los períodos de humillación.
Humillación I: “Hola, soy Marcelo, agachate y...”
Todo comenzó hace muchos años, cuando yo era joven y tenía la cara más redondita. En esa época, un hombre un par de años mayor vino a sacarme a bailar, para terminar apretando contra la pared. Así fue como él me vió por primera vez.
Con este chico nos pasamos los mails, y así fue como empecé a chatear…con su amigo. Y ya empezamos mal: él, en lugar de decirme que le había robado mi mail al chico del boliche, me insultaba. De esta manera fue como me di cuenta que del amor al odio hay un solo paso: cuando dejó de hacerlo por habernos conocido de casualidad, le rogué que no me deje, que me siga insultando.
Humillación II: “Yo te quiero, lo que pasa es que me quiero dedicar de lleno a mi vocación…”
Todo cambio, y logramos empezar a querernos, nos vimos, nos besamos con ternura y se fue de vacaciones. Cuando volvió, me dijo que no quería saber más nada conmigo porque quería jugar al fútbol. Dos semanas después me enteré que estaba de novio con una chica de su barrio.
Humillación III: “Lo que pasa es que no quiero engancharme…”
Durante un año fuimos grandes amigos, hasta que lo volví a ver en un antro en el que él jugaba a ser un rock star. Ahí me dedico una canción y cambió todo. Yo, por ese entonces, estaba de novia. Típico: cuando una está bien con hombre, aparecen todos a ofrecernos un jardín de rosas. Y yo acepté la propuesta: el día de mi fiesta de egresados me cagué en todo por una noche en su cama (no estuve ni dos segundos con mis compañeros, no me acorde ni dos segundos de mi novio y llegué dos segundos antes del mediodía a mi casa, como para que mi madre se preocupe bien preocupada). Mi amor de verano iba de maravillas. La última vez que estuvimos (antes de su viaje al sur) hablamos un largo rato, hasta que me dijo:”No te quiero contar eso, porque implicaría demasiada confianza y no me quiero enganchar…”
Humillación IV: “Vos no sos su novia!!”
Todos los días, durante los dos meses que no estuvo, me mandó mails para contarme en qué andaba. Por fin todo iba encaminado, hasta que se me ocurrió salir a tomar algo con el hermano y sus amigos (amigos míos también). Para portarme bien, me quedé con su hermano, porque era casi como un cuñado, y seguramente me iba a cuidar. Las bolas, me tiró onda, y cuando lo rechacé porque estaba con su hermano, me dijo: “Pero a él no le va a molestar, si vos no sos su novia, a él no le interesas”. Con el alcohol, esa frase me pegó de manera atroz. Luego perdí la conciencia, y cuando esta volvió, yo estaba desnuda en la cama de mi primer amor, pero en su lugar, estaba su hermano. Esto pasó dos días antes de su vuelta.
Humillación V: “Por favor, volvé!!”
Obviamente le conté, y después de hacerse el superado, decidió no volver a dirigirme la palabra nunca más. Seis meses después le pedí que me vuelva a hablar. Por suerte cedió, y de a poco volvimos a retomar nuestra hermosa amistad. Nunca jamás hablamos del tema de su hermano para aclarar como fue todo.
Humillación VI: “Rezo por vos”
Después de un retiro espiritual, mi ex sex machine se sometió a un lavado de cerebro y decidió no tener a volver sexo nunca más. Una noche de sábado en la que estaba muy up, decidí llamarlo para ver si tenía suerte y me invitaba a su casa. Cuando le pregunté qué estaba haciendo, me dijo que estaba rezando. Le corté y nunca más volví a llamarlo.
Humillación VII: “Con mi novia estamos re casados…”
Hace un par de meses me enteré que seguía con su voto de castidad, pero esta vez, de novio. Su novia también tiene 16 (como yo, cuando lo conocí), pero ella es buena, lo entiende y seguro nunca se tuvo que bancar que la hagan a un lado por una pelota. Pero hace poco me llegó el reconocimiento y me dijo todo lo que durante estos tres años nunca me había dicho: me confesó que yo había sido su primer amor, con todo lo que eso implica. Y para alegrarme aún más, me dijo que su novia estaba celosa de mí y temía que algún día yo lo vuelva a ver. Es verdad, todo esto hoy no me sirve de nada, porque si eso mismo me lo hubiese dicho hace un par de años, toda mi vida habría sido muy diferente. Pero así de choto es el amor.
Hoy por hoy, solo me queda escuchar una canción de La Renga (su grupo favorito) cuando estoy con otro hombre, cerrar los ojos y acordarme de él. Ésta sería mi última humillación y, junto a las otras, mi gran motivo para no repetir la historia.
OTRO MOTIVO PARA NO ENAMORARSE
martes, 21 de octubre de 2008
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