Así NO!

Una de las primeras frases que escuché en mi vida fue “machos eran los antes”. Siempre imaginé que “macho” era aquel guapo que se juntaba en San Juan y Boedo a hacer gala de su porte de tanguero. Después empecé a escuchar tango, y empecé a pensar que un macho no podía sufrir más que María la del barrio.
Tal vez el macho era más contemporáneo a mí. Mi mamá me dijo que cuando ella era chiquita coleccionaba figuritas de Palito Ortega, y que todas morían también por los otros del Club de Clan. Y si cantar con un ritmo bala una canción que dice en su estribillo “corte y confección” es de macho, no quiero seguir viviendo. Décadas después apareció Pappo y ahí más o menos repuntó la cosa, aunque la verdad, prefiero un jopo y un pantalón ajustado, a un hombre que me eructe cantimpalo.
Luego empecé a pensar que tal vez, una le dice macho a todo aquel hombre que haya estado de moda durante la adolescencia de una, pero cuando yo era chica, estaba de moda Mambrú, y con eso ya digo todo (aunque a comparación de esta moda flogger con la que se visten todos, estos cinco pelotudos parecen camioneros).
La verdad, es que todavía no sé bien en qué momento histórico vivieron los machos. Sobre todo, porque cuando una se cruza con algo que más o menos parece cumplir las condiciones, el amor lo pone un poco gay. Y los efectos secundarios del amor son muchos, pero así no: yo no quiero terminar siendo el macho de la pareja.
Llámennos sexo débil, pero para serles sincera, nunca conocí algo más macho que una buena matrona.



Y mantener nuestras polleras bien puestas, es OTRO MOTIVO PARA NO ENAMORARSE.